"Emilia envidia" o la serie de la generación BAFICI

Hablamos con Martina López, ganadora del Primer Premio en el Concurso de Artes Audiovisuales, sobre su serie web y el universo de los realizadores jóvenes e independientes. 

“Nos parecía interesante explorar las zonas menos amables de los vínculos creativos”, así explica Martina López la motivación detrás de su serie web Emilia envidia, que ganó el Primer Premio de $75.000 para su categoría en el concurso de Artes Audiovisuales del Fondo Nacional de las Artes.

En la serie de ocho capítulos de diez minutos cada uno, Emilia, una directora novel como la propia Martina, lleva dos años intentando terminar su ópera prima cuando un amigo-colega recibe la noticia de que su película fue seleccionada en el Festival de Berlín.  La envidia y los celos de la protagonista crecen, pero con el correr de los logros ajenos irá descubriendo que quizás el éxito para ella puede ser encontrar su propia mirada.

“El proyecto surgió por las ganas que teníamos de escribir juntos con Iair Said, también actor en la serie. Aprovechamos la convocatoria de la Bienal de Arte Joven 2017 donde ganamos $230.000 para producir Emilia envidia”, relata.

Con una estética realista y despojada, el ciclo va desarrollando las frustraciones de una hermana menor de clase media con aspiraciones creativas. “Teníamos el puntapié inicial dando vueltas hace mucho tiempo. La película que está trabajando Emilia, el material que ve en la serie, es un corto que yo hice hace cuatro años y que nunca terminé. En el medio Iair quedó seleccionado en Cannes por su corto Presente Imperfecto”, revela Martina. “Es una especie de exacerbación de nuestro vínculo de amistad y como colegas. Teníamos ganas de reírnos de eso, de nuestras propias miserias, que es lo que nos interpela más”, agrega.

La tentación de asociar a Emilia con su creadora es muy fuerte. Nacida en Zárate, Martina se mudó  a  los diecisiete a la ciudad de Buenos Aires para estudiar Sociología, igual que muchos de los adolescentes de su mismo estrato de las ciudades del interior bonaerense. “Desde chiquita quería estudiar cine pero no conocía a nadie. Era más como una fantasía porque no sabía que de verdad se podía. Cuando llegué acá, escuché sobre la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y quise estudiar ahí”, relata.

“Dentro del mundillo, lo que vive Emilia es algo que vemos suceder a menudo. Uno sale de la Facultad y pertenece a una generación en la que de repente hay quienes se empiezan a despegar y te ponés entre contento y que te querés matar”, bromea. Es que a primera vista el ciclo trata -con humor- de los conflictos que viven los jóvenes realizadores independientes, esos que vemos transitar los pasillos del emblemático festival BAFICI.

En general, se habla de lo que se conoce y el miedo de los autores de la serie fue precisamente ese: dirigirse sólo a quiénes son como ellos. “Nos preguntamos si estábamos haciendo algo sobre directores de cine para que lo vean directores. Pero una vez subido a la plataforma, nos dimos cuenta que el programa lo ve gente que no tiene nada que ver, que lo que los interpeló es ese momento de la vida muy particular que es la transición hacia la adultez o de hacerse cargo de lo que uno es. Un momento que es bastante universal”, dice.

Desde que se puso on line en UN3 -la plataforma creada por la Universidad de Tres de Febrero para contenidos audiovisuales- la serie tuvo 35.000 vistas, un número que sorprende a Martina, al igual que la reacción del público. “Una de las cosas que nos generaba dudas cuando la escribimos era  la temporalidad de la serie que no es para nada web”, señala. Es que el ritmo de las escenas, aunque se desarrollen en capítulos de breves diez minutos, está muy alejado del videoclip o del de los célebres youtubers. Aún así, Emilia envidia fue encontrando su público.

Dentro de los rasgos novedosos este formato está la inmediatez de los “comentarios” que, en este caso, hicieron eje sobre esta verdadera antiheroína que es Emilia. “Hay algo de lo miserable que se le perdona menos a los personajes femeninos, dice Martina. Y agrega: "Era parte de la búsqueda el de contar sobre una mujer con ambiciones profesionales y creativas pero que no tuvieran que ver con el amor romántico”.  

“El formato me encanta -asegura-. Tiene su propia lógica que a veces es mirada con desdén por la gente del cine. Pero las posibilidades de experimentar son muchas más que en una película por las restricciones del presupuesto. Esta libertad admite búsquedas distintas”.

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