Tras la huella de los antiguos pobladores de la Puna

El proyecto "Compartiendo Conocimientos" -que obtuvo el primer premio en el Concurso de Patrimonio 2018 del FNA- pone a la arqueología al servicio de un turismo sustentable y comunitario en Antofagasta de la Sierra, Catamarca.

Tal vez gracias al frío extremo y seco, Antofagasta de la Sierra, en la alta puna de Catamarca, ha conservado numerosas evidencias de la vida de hombres, mujeres y niños desde hace al menos 9000 años. Son huellas de humanidad congeladas en el tiempo que tienden un puente con la identidad del lugar. Un puente entre el patrimonio cultural material y el inmaterial.

Enmarcado en una increíble belleza natural –que incluye volcanes, grandes salares y lagunas ubicadas a alrededor de 3.500 metros sobre el nivel del mar– se encuentra el Centro de Interpretación Punta de la Peña, eje del proyecto “Compartiendo Conocimientos” que obtuvo el primer premio del Concurso de Patrimonio 2018 del FNA.

Allí se puede encontrar información actualizada sobre las investigaciones arqueológicas y -de la mano de los guías locales- los turistas pueden conocer diferentes sitios arqueológicos que cuentan una larga historia de ocupación humana en la región.

La iniciativa –colaborativa por donde se la mire– es llevada adelante por un equipo de Investigación en Arqueología, docentes, estudiantes y graduados de la Universidad Nacional de Tucumán que desarrollan sus actividades en el Instituto de Arqueología y Museo (IAM) y el Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES) del CONICET, en conjunto con organizaciones e instituciones locales de Antofagasta de la Sierra, como la Municipalidad, la Asociación de Artesanos y la Asociación de Turismo Sustentable.

– ¿Cuál es el objetivo de "Compartiendo Conocimiento"?
– El proyecto articula una serie de acciones que se vienen desarrollando desde 2015 para intentar dar respuesta a inquietudes de las y los miembros de la comunidad y se organizan alrededor de tres ejes: la capacitación de guías locales y otros agentes relacionados con la actividad turística, la producción de recursos de comunicación y el diseño de estrategias colectivas para la puesta en valor de sitos de interés patrimonial. Esto tiene por fin la apropiación de los recursos patrimoniales y del conocimiento generado sobre ellos para su uso sustentable en beneficio de la comunidad local y promover un fuerte compromiso para su protección.

Nos motiva el desafío de transformar antiguas prácticas en las que las y los científicos nos erigíamos como portadores de los únicos discursos posibles y válidos sobre el pasado, abriéndonos a la experiencia de construir conocimientos a través  del encuentro entre saberes diversos, donde la participación de las personas que viven en Antofagasta se vuelve fundamental.

– ¿Qué problemas detectaron antes de comenzar este proyecto?
– Los principales problemas identificados en un taller realizado en 2015 se vincularon con la dificultad de lograr que todas las visitas a los sitios arqueológicos se realizan con un guía local registrado, la falta de información (folletería, registro de guías, contactos) para entregar a los visitantes, la falta de buenas prácticas y cuidado del patrimonio, los daños causados por turistas que se manejan solos tanto a los sitios arqueológicos como a las y los propietarios que tienen sus cultivos y animales en las inmediaciones, y la poca información que les llega a las y los pobladores sobre la intervención de los investigadores en el lugar, entre otros.

– ¿Qué impacto tuvo el crecimiento del turismo en la región?
– El turismo en Antofagasta ha ido creciendo de manera exponencial en las últimas décadas. Si bien no adquiere las características de masivo, lo cierto es que ha aumentado la afluencia de personas en la zona. Como ha surgido del diálogo con los antofagasteños, creemos que este aumento necesita estar acompañado de una planificación adecuada y consensuada entre la población e instituciones locales, en vistas a lograr una actividad sustentable que aporte beneficios a la comunidad, preservando la naturaleza, los recursos culturales y las prácticas cotidianas de una transformación descontrolada o no deseada.

– ¿Qué mejoras constataron después de implementar “Compartiendo Conocimientos”?
– El desarrollo de nuestro proyecto se dio en el contexto de un proceso local de gran dedicación a estos temas por parte del Municipio, guías y personas interesadas. De manera tal que se ha producido una sinergia entre diversos grupos, incluidos colegas de equipos de otras universidades que investigan en la zona. Esto ha posibilitado la implementación de mejoras en varios aspectos, como la señalización y puesta en valor de sitios, la formación de nuevos guías, el diseño de materiales de apoyo para su trabajo y la actualización de contenidos para compartir con los visitantes, el crecimiento y acción permanente de la oficina local de turismo, entre otros.

– ¿Por qué dicen que en Antofagasta se concentra tanto patrimonio material como inmaterial?
– Cuando nos referimos al patrimonio arqueológico apelamos al concepto de patrimonio integral ya que los restos del pasado cobran sentido mediante las vivencias, valoraciones, interpretaciones, creencias y usos de ese patrimonio por parte de las comunidades locales y de las y los visitantes que toman contacto con él a través de las y los vecinos antofagasteños. A la vez, adquiere significado en la interconexión que se verifica a largo plazo entre el patrimonio material arqueológico con otros elementos materiales patrimoniales, tanto naturales como culturales que alcanzan el presente (los paisajes, los objetos artesanales, etc.) e inmateriales (los saberes técnicos, los significados y simbolismos de diferentes fenómenos y prácticas), superando las dicotomías naturaleza/cultura y pasado/presente. Así, los elementos materiales del pasado fueron engranajes de antiguas prácticas sociales que en su reproducción crearon y dieron sentido a los paisajes cotidianamente vividos. Esas prácticas son basamentos milenarios de otras prácticas que aún perduran en la Puna.

– ¿La ciencia puede ser un nexo entre el pasado y el presente?
– En primer lugar, las ciencias que estudian el pasado proporcionan una perspectiva de largo plazo que nos saca de la inmediatez para apreciar y entender los procesos de la humanidad en su devenir histórico y nos permite reflexionar sobre las causas y consecuencias de las acciones humanas. Si pudiéramos considerar toda esa experiencia previa en las decisiones, juicios y valoraciones que hacemos en la actualidad, podríamos evitar algunos errores y remediar otros y a su vez podríamos recuperar conocimientos y prácticas antiguas reinsertándolas en el presente o inspirando nuevas.

La arqueología tiene la particularidad de que trabaja a partir de los elementos materiales y las relaciones espaciales con el pasado por lo que -a diferencia de las fuentes históricas- sus fuentes no están mediadas por los discursos de época. Así, las “lecturas” de estos “textos” materiales devienen en interlocutores frente a la interpretación de hechos del pasado y proporcionan legitimidad a distintos reclamos, al documentar la ocurrencia concreta, la antigüedad o la precedencia temporal de un evento, de una práctica y de determinados saberes, por ejemplo.

A su vez, los relatos científicos sobre el pasado de los lugares cobran nuevos y más completos sentidos al nutrirse de las memorias de quienes los habitan en el presente.

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