Conocé en esta nota los ganadores del Premio de Arquitectura 2018 del FNA.
Un plaza en la base de las montañas, un parque en la terraza de una universidad y la renovación de una casa velatoria de un pueblo litoraleño son los tres proyectos ganadores del Premio Arquitectura 2018 del FNA.
Se
trató de la primera edición de un premio dedicado a la
disciplina arquitectura organizado por el Fondo Nacional de las Artes. El objetivo fue reconocer aquellas
intervenciones arquitectónicas que hayan modificado la calidad de
vida de las personas.
En
2019, la convocatoria permanecerá abierta hasta el 25 de junio y
buscará reconocer proyectos en espacios culturales,
comunitarios o de uso personal que promuevan la cultura entre los
habitantes de una comunidad, y que destaquen especialmente los
valores de flexibilidad, sustentabilidad, adaptabilidad,
funcionalidad e inclusión social.
Conocé
en esta nota las obras premiadas de 2018 y el impacto que tuvieron
para su comunidad.
En la zona de Finca El Socorro -un barrio surgido de la toma de terrenos en la periferia noroeste de Cafayate- donde antes hubo un viejo canal ahora se erige un parque que se propone como un lugar de encuentro e integración.
El
parque constituyó una segunda etapa de urbanización del barrio que,
además de ofrecer un área de esparcimiento con equipamiento
cultural y deportivo al aire libre, incluye una serie de programas
complementarios pertenecientes a la red de NIDO -Núcleos de
Integración y Desarrollo de Oportunidades-, como una biblioteca
digital, una sala maternal y un salón de usos múltiples.
Teniendo
como referencia las antiguas construcciones de los Calchaquíes
-habitantes originarios de la zona- el parque El Socorro, se
construyó a partir de pircas (muros de piedra trabada sin argamasa)
y terrazas, que van absorbiendo la topografía del lugar, generando
miradores hacia la ciudad y los valles calchaquíes.
La
obra fue realizada por el estudio CCFGM, que trabaja paralelamente en
Buenos Aires, Salta y Santa Fe, en la Argentina, y Viena y Graz, en
Austria. “Para nosotros, la importancia de trabajar a lo largo de
los años en lo público, radica en que es allí en donde se
construyen los límites de la idea de ciudad. Es en donde el acceso
se da en igualdad de condiciones y las relaciones se establecen más
allá de lo individual. Es en esencia un espacio plural y
democrático”, explican.
En la sede Alcorta de la Universidad Torcuato Di Tella tiene, en el quinto piso, una gran cubierta ajardinada y transitable que creada por el estudio RDR arquitectos, como parte de la tercera etapa de la obra de remodelación del edificio.
“La
terraza fue concebida como un gran parque capaz de albergar tanto
lugares de ocio y gastronómicos como auditorios a cielo abierto y
sectores para actividades académicas y deportivas”, dicen los
autores.
Grandes
pliegues en la cubierta enriquecen el recorrido y generan situaciones
de auditorios formales e informales a cielo abierto. “Estos
pliegues permiten albergar tres grandes aulas en el piso inferior.
Los patios llevan luz a los niveles inferiores y contienen las
escaleras de acceso a la terraza desde el hall del cuarto piso”.
Esta
nueva arquitectura emerge en la terraza ajardinada con una paleta de
materiales naturales, ensamblados y ligeros, de evidente contraste
con la tecnología monolítica, neutra y tectónica del hormigón y
la albañilería de la edificación preexistente.
El tercer premio fue para el proyecto de Miguel Ortego, una intervención muy pequeña en el ingreso a un casa velatoria de pueblo. El objetivo fue generar un patio que además de espacio de transición, conciba un lugar de acompañamiento y reflexión “en contacto con el cielo”, dice el autor.
El
arquitecto eligió el ladrillo común, con el que contaba en ese
momento la producción local. El espacio diseñado en forma de caja
se sostiene gracias a una estructura independiente metálica de
perfiles que queda oculta en los muros de ladrillos.
La
propuesta del autor es que el nuevo patio “brinde cierto grado de
intimidad a la calle y con la intención de que cada visitante dirija
la mirada hacia arriba casi inevitablemente, como cuando ingresamos a
la iglesia. En este caso no para ver frescos o cúpulas, sino para
notar la ausencia, el vacío”.