De chofer de camiones en España a músico de la sinfónica de Entre Ríos

Tras ingresar en la orquesta, el músico mendocino Walter Vega compró un contrafagot con un préstamo del FNA. Atrás quedaron sus años tras el volante. Ahora, dedicado totalmente a la música, planea perfeccionarse en el uso del instrumento de viento.

Ni el trabajo en la tienda familiar en Mendoza ni la necesidad de trabajar como chofer de camiones en Barcelona alejaron a Walter Vega de su pasión por la música. “Tocar el cielo con las manos”, tal como hoy define a su trabajo en la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, le costó años de estudio, sacrificios económicos y espera. Hoy, mientras prepara a contrarreloj su tesis de la Licenciatura en fagot de la Universidad de Cuyo, dice que todo se trató de tener metas y constancia.

La chispa que despertó la temprana vocación musical de Walter fue visual, no auditiva. A los 13 años, cuando vio por primera vez un saxofón se enamoró de su forma y, al escucharlo, confirmó que quería aprender a tocarlo.  Dos años después, su papá -que tenía un supermercado en el departamento de Maipú- le compró el saxo y Walter empezó a estudiar.

Algo similar pasó años después con el fagot (un instrumento de viento de madera con lengüeta doble). “Fui a ver una banda de la Universidad de Cuyo que tocaba en el Teatro Lavalle. Nunca había visto un fagot y fue amor a primera vista. Es un instrumento bonito y sensual y cuando lo escuché supe que era para mí. Pensé que era tarde para empezar a estudiar, pero tenía ya asimilada la técnica del saxo y eso me ayudó”, recuerda.

Walter no perdió el tiempo y se inscribió en la Licenciatura en fagot en la Universidad de Cuyo, que dura siete años y en donde estudió con Fabián Contreras, Sergio Ruesth y Andrea Yurcic. A los tres años, la crisis de 2001 interrumpió sus planes. “Abandoné la carrera y me fui a Barcelona”, dice.


Crédito para una oportunidad

Allí, aunque nunca había manejado un camión grúa, estudió, sacó la licencia y empezó a asistir en obras y recorrer rutas catalanas para ganarse la vida transportando tuberías de agua, ascensores y material de construcción. Pudo progresar y comprar, por primera vez, un fagot (en Mendoza practicaba con el de la facultad).

En 2014 decidió regresar a la Argentina. Mientras trabajaba como chofer de micros de la línea 1 de "El Trapiche" estudiaba para terminar sus estudios. “Me enteré de que la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos haría audiciones para un intérprete de fagot y contrafagot. No hay muchas personas que tengan y sepan tocar un contrafagot”, explica Walter. En ese entonces, él tampoco y por ello no se presentó.

El contrafagot puede describirse como un tubo de madera de casi seis metros de longitud doblado tres veces sobre sí mismo. De alto suele medir 1,60 metros y eso hace que, para tocarse, deba estar apoyado en el suelo. Es una octava más grave que el fagot y, aunque su sonido suele definirse como “oscuro”, Walter asegura que “tiene muchas facetas”. “Un mismo sonido puede sonar con diferentes timbres. Es muy complejo y tiene muchas posibilidades técnicas. Ha sorprendido mucho a los compositores”, explica.

“Decidí pedir un crédito para comprarme uno. Mi docente Andrea Yurcic me habló de los préstamos Fondo Nacional de las Artes. Ni averigüé por otros por los tipos de interés. No podía, eran imposibles”, dice. Mientras aplicaba en el FNA, en Entre Ríos se abrió nuevamente el llamado. Walter supo que no podía dejar pasar la oportunidad. “Le alquilé un contrafagot dos semanas a un chico de Buenos Aires. El precio al que me lo dejó fue una gauchada. Una amiga que venía a Mendoza me lo trajo. Cuando lo tuve empecé a practicar como loco. Y me fui a Paraná”, relata.

Tras la audición fue aceptado en la orquesta. “Tenés que ir seguro; igual te ponés nervioso. Pero la confianza y la seguridad estaban sobre las pequeñas falencias”, dice y agrega que espera la apertura de un concurso para quedar fijo.

Hace un año decidió renunciar a su trabajo como chofer para dedicarse completamente a la sinfónica y a terminar sus tesis de grado. Feliz con su pertenencia a la orquesta, solo piensa en seguir tocando. “Acá nadie interpreta la Sequenza XII para fagot del músico italiano Luciano Berio y quiero concientizar sobre que podemos hacerlo", ejemplifica. Trabajar en perfeccionarse no lo asusta. En paciencia y constancia ya está graduado.

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