“Es importante dar a conocer nuestra cultura y transmitirla a los más jóvenes para que no desaparezca”

Afirma Leonardo Saravia, el cacique de la comunidad tutiai chané, cuyos maestros mascareros serán distinguidos este año con el Premio a la Trayectoria Artística del Fondo Nacional de las Artes en la disciplina Artesanías.

René Castro, Leonardo Saravia, Bernabé Díaz y Genaro López, cortan leña para confeccionar las máscaras.

Asentados en las afueras de Aguaray, una localidad ubicada casi en la frontera de Salta con Bolivia, la comunidad tutiai chané conserva gran parte de sus tradiciones y continúa perpetuando un saber ancestral que hoy se ha convertido en resistencia pacífica y creativa frente al avance de la sobreexplotación de su tierra y de la paulatina pérdida de su cultura: la confección de máscaras.

Leonardo Saravia (49), Genaro López (65), Bernabé Díaz (62), René Castro (48) y José Acosta (47) son maestros artesanos de los parajes de Campo Durán e Iquina, que han aprendido a confeccionar máscaras desde muy temprana edad y hoy enseñan el oficio a las nuevas generaciones, reproduciendo así el método de transmisión de conocimiento habitual en su etnia.

De las 20 comunidades descendientes de las tribus amazónicas prehispánicas absorbidas por los guaraníes, la chané (denominada en guaraní "esclava") es la que presenta la mayor producción constante de máscaras y la que ha hecho de esta práctica su principal sustento. Por tal motivo, el Fondo Nacional de las Artes ha otorgado este año el Premio a la Trayectoria Artística en la disciplina Artesanías a cinco de sus principales exponentes.

Máscaras ancestrales

Confeccionadas con madera de yuchán (palo borracho) y pigmentos naturales provenientes de las flores, las piedras y el carbón, estas máscaras denominadas genéricamente “aña aña” (espíritu) tienen un valor ritual y sirven de enlace directo con los ancestros, los dioses y la Naturaleza.

Son talladas a punta de cuchillo, sin dibujo previo, y representan figuras ceremoniales y animales de la zona, como yaguaretés, zorros, tucanes y serpientes. “En el avance del desmonte muchas especies mueren y se destruyen sus nidos. Construimos máscaras de ellos para conservar sus espíritus”, explica René, atento siempre a los mensajes que le envía la Madre Naturaleza a través de los sueños y distintas señales. 

René Castro: “En el avance del desmonte muchas especies mueren y se destruyen sus nidos. Construimos máscaras de ellos para conservar sus espíritus”

El cuidado del medioambiente

El respeto por la Pachamama es primordial para los chané, que creen que la misma se expresa en todos los elementos de la Naturaleza. Por eso, cuando se internan en el bosque a buscar madera (hacha y machete en mano) realizan previamente un ritual en el que le piden permiso a través de plegarias y ofrendas.

“Volcar los troncos, trozarlos en medio del bicherío y la maleza, y cargarlos al hombro por kilómetros hasta el hogar es sumamente agotador y sacrificado. Por eso de chiquito mi viejo no quería que lo acompañara, pero yo lo 'huellaba' hasta el monte hasta que logré convencerlo de que no me cortaría con el cuchillo”, relata Genaro, el mayor de los artesanos, mientras recuerda con nostalgia cómo esta ardua labor se veía mitigada por los entrañables momentos compartidos con su padre.

Genaro López: “Volcar los troncos, trozarlos en medio del bicherío y la maleza, y cargarlos al hombro por kilómetros hasta el hogar es sumamente agotador y sacrificado”

La verdadera fiesta

El uso de las máscaras se vincula directamente con la celebración del Arete o “la verdadera fiesta”, un ritual agrario y cazador que dura unos 40 días y coincide parcialmente con la época de Carnaval. Durante el mismo, los varones recorren disfrazados las casas al ritmo del Pim Pim (música elaborada con bombos, cajas y flautas) y finalizan la ceremonia arrojando las máscaras al río para exorcizar sus males.

Si bien éste era el destino original de las máscaras, en la actualidad las mismas también se confeccionan por encargo y se venden en ferias y festivales a un precio de entre 300 y 3.000 pesos. “En mi caso fue mi hermano mayor el que insistió para que aprendiera el oficio y el que me llevó de viaje por todo el país hasta que me animé a andar solo”, relata Bernabé Díaz, hoy uno de los más convocados para difundir este quehacer en eventos populares: “Lo que más me costó fue adaptarme a las tareas actuales de los artesanos, como dar entrevistas y hablar en público o aprender a embalar las piezas para que no se quebraran durante los envíos”, confiesa.

Bernabé Díaz: “Lo que más me costó fue adaptarme a las tareas actuales de los artesanos, como dar entrevistas y hablar en público”

El legado

Por su enorme expresividad y valor cultural estas máscaras son admiradas en el mundo entero. No es raro pues que los chané consideren su habilidad un don otorgado especialmente por Dios. “Es un orgullo haber heredado este privilegio. Yo antes cazaba en el monte para poder subsistir. Gracias a mi padrastro, que me enseñó el oficio, mi familia y yo salimos adelante”, subraya José Acosta, hijastro de Genaro y padre de 11 hijos, que hoy trabajan junto a él en su taller.

Es por eso que, a pesar de las adversidades actuales, la comunidad se ha propuesto defender y dar visibilidad a esta actividad. “Es un honor haber sido elegido para ayudar a mi pueblo con sus problemáticas- asegura el cacique Leaonardo Saravia, portavoz de la etnia ante las instituciones oficiales-. Lo más importante es dar a conocer nuestra cultura y transmitirla a los más jóvenes para que nunca desaparezca”.

José Acosta: “Es un orgullo haber heredado este privilegio. Yo antes cazaba en el monte para poder subsistir".
Leaonardo Saravia: “Es un honor haber sido elegido para ayudar a mi pueblo con sus problemáticas".

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