“Las virtudes para la creación son la curiosidad y el riesgo”

La directora de arte y vestuario Graciela Galán será distinguida por el FNA con el Premio a la Trayectoria Artística 2019 en la disciplina Teatro.

La primera vez que Graciela Galán vio una obra teatral creyó que lo que sucedía sobre el escenario era una realidad paralela. La fascinación que le produjo el hecho -propiciado por sus abuelos-, impactó tanto en la pequeña Graciela que ya desde los cinco años el teatro le quedó “impregnado en la vida”. 

Durante décadas se dedicó a crear ese otro mundo y el próximo 23 de septiembre, en el Teatro Cervantes, será reconocida por ello: Galán recibirá el Premio a la Trayectoria Artística del FNA en la disciplina Teatro. 

Licenciada en Escenografía en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata, Galán creó vestuarios y fue directora de Arte para la ópera, el teatro, el ballet y el cine, tanto en Argentina como en Francia, país en el que trabaja regularmente desde 1990. Colaboró con los directores Laura Yusem, Griselda Gambaro y Alfredo Arias, entre otros; creó  trajes para La Mary de Daniel Tinayre; El Mural, de Héctor Olivera; y Camila, De eso no se habla y Yo la peor de todas, de María Luisa Bemberg, entre otras. Recientemente trabajó en la película Karakol, dirigida por su hija, Saula Benavente. 

“Una de las virtudes que se puede tener como escenógrafa y vestuarista es la curiosidad. Es lo más importante para la creación. Y el riesgo: si uno es curioso, se arriesga”.

¿Cuándo siente que tomó riesgos en su carrera?
Para un festival en Francia hice Sueño de una noche de verano en un anfiteatro al aire libre. Como todo transcurre en una noche mágica, se me ocurrió que el piso debía ser de espejos para que todo se viese doble. En el medio planté un árbol de nueve metros de alto y una pileta de natación con chorros de agua de colores. El riesgo era grande: me decían que los actores se resbalarían, que las luces iban a enceguecer al público… Trabajaba con físicos y yo les decía que no podía ser, que el espejo tiene imperfecciones, que los rayos no iban a ir directamente al público. Me arriesgué y fue un suceso. Mucha gente, a partir de entonces, ha trabajado con espejos en el piso.

¿Esa anécdota la define como profesional? 
Son luchas que hay que llevar para sostener una idea. Trabajo con carpinteros, herreros, vidrieros. No soy una escenógrafa que hace un living con biblioteca: invento los espacios, los estructuro. 

La creación, ¿surge del texto, de los personajes, de la charla con el director? ¿Cómo construye? 
Se construye a partir de las vivencias. Y de la cultura. Al final, no trabajás con tanta gente. Trabajé mucho con quienes conocen mi estilo, con Jorge Lavelli, Mauricio Dayub...

¿Cómo nutrió esas vivencias? 
Con mucha lectura. Me crié en el campo y no teníamos juguetes pero sí una gran curiosidad. Además viajé mucho por el mundo. No conozco Miami pero sí Bután. Mi hija heredó algo de eso y se fue a filmar al lago Karakol, en Tayikistán. Quiero ver a la gente que vive de manera diferente. Me gusta la diversidad. 

¿Cuál es el próximo paso?
Me quiero ir al desierto de Gobi. Estuve 16 días sobre un camello y esa fue la primera vez que sentía que tenía la mente en blanco, que flotaba. Adoro a los animales y tengo varias anécdotas con ellos.

¿Cómo cual?
Fui a las islas Andamán y Nicobar, en el Golfo de Bengala, que pertenece a la India, porque en determinado momento del año se puede ver a uno de los últimos cocodrilos de mar mientras duerme. Se puede bucear hasta la cueva y verlo. Iba siguiendo al guía, que de repente se dio vuelta y me hizo señas de que había que subir. ¿Y yo por qué iba a subir con lo que me había costado  llegar ahí? Pensé que se habría despertado el cocodrilo pero yo dije ´me quedo y si muero, es acá´. Lo que vi era una serpiente enorme que venía hacia mí. Me dio vueltas alrededor y jugué con ella hasta que sentí que ya estaba. Cuando me moví para irme ella también se fue. En la costa pensaban que me había picado, decían que era venenosa. No sé si creer o no. Sí sé que tenía unos colores maravillosos, y que al cocodrilo no lo vi. 

Y esa experiencia, ¿la llevó a algún proyecto?
Sí, ¡a los colores! Quedé maravillada porque todo es transparente bajo el mar. Las cosas no son opacas sino traslúcidas. Los colores tienen materia pero ahí abajo son traslúcidos y eso lo voy a reflejar en un próximo trabajo. Será La flauta mágica, para la ópera de Santiago. 

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