“Me interesa que la gente viva en arte”

Marta Minujín fue elegida por el Fondo Nacional de las Artes para recibir el premio a la Trayectoria Artística 2019 en la disciplina Artes Visuales.

“Siempre supe que sería artista. A los 10 años me creía Van Gogh porque hacía unas cosas muy tétricas y sentía la pasión de crear. De adolescente no salía a fiestas ni salía con amigas. Siempre estaba trabajando”. Tanta confianza no puede ser de otra más que de Marta Minujín, tal vez la más irreverente de las y los artistas argentinos.

Arrancó su vida artística con una beca que le otorgó el Fondo Nacional de las Artes para viajar a París en 1961, a instancias de Jorge Romero Brest y Julio Payró. Tenía apenas 16 años. Casi seis décadas después, es el mismo Fondo el que reconoce su carrera con el Premio a la Trayectoria Artística, que también recibieron otros grandes como Libero Badii, Gyula Kosice, Raquel Forner,Josefina Robirosa  y Fermín Eguía. Buena inversión, se podría decir.

Pionera de los happenings, el arte de la performance, la escultura blanda y el video, Minujín persigue una práctica ecléctica y de alguna manera contestataria que demuestra su rechazo hacia el objeto de arte coleccionable. “Antes los únicos que te podían comprar eran los museos. Por eso empecé a decir muerte a los museos, muerte a las galerías, pero no la muerte del arte. A veces se me interpretó mal y se entendió la muerte del arte. El arte existirá siempre”, se explica.

Sus obras incluyen la quema de todos sus trabajos (La destrucción, 1963), intervenciones temporales con animales vivos (El Batacazo, 1964), ambientaciones participativas (La Menesunda, 1965, con Rubén Santantonín en el Instituto Di Tella) e intervenciones urbanas pero efímeras (El Partenón de los Libros, 1983).  

“Primero empecé pintando, después haciendo informalismo, luego relieve y después colchones. En París, cuando hice la primera ‘casa habitable’, me metí adentro y me di cuenta de que esa obra no tenía sentido si la gente no entraba. Ahí entendí que me interesa más que el público participe, que la gente viva en arte”, reflexiona.

-Varias de tus obras como El Obelisco de Pan Dulce (1979) y El Partenón se hicieron primero en la Argentina y luego se volvieron a realizar en el exterior. ¿El contexto las resignifica?
-El contexto las re-potencia. Por ejemplo, la versión del Partenón en Documenta14, una muestra en Kassel, Alemania, donde va un millón y medio de personas relacionadas con el arte, se expandió en participación. Tenía 100 mil libros prohibidos de todo el mundo, montados en una instalación gigantesca. Fue la más grande que se hizo en la exposición y costó un millón de euros. La gente la vivía todos los días. Cuando la desarme, por poco lloraban. Una verdadera participación.

- ¿Qué impacto tuvo en tu carrera artística exponer allí, en Kassel?
- Fue fabuloso, lo mejor de mi vida.  Duró tres meses (el Partenón de Buenos Aires duró unos días). En Documenta los directores de todos los museos la vieron, todos los críticos, todo el mundo interesado en arte. Y encima no era una obra destinada a ser comprada. Los libros se los llevó la gente. Siempre pensé que era el Hood Robin de las artes. Por ejemplo, hice un Obelisco de Pan Dulce que me financió un fabricante, como Marcola, y luego 30 mil personas se los llevaron. Lo mismo con el Lobo Marino de alfajores Havanna (2014). Se recubrió con 80 mil envoltorios que la gente después podía canjear.

El proyecto en el que estoy trabajando ahora es uno que hice en 1981: la Estatua de la Libertad Acostada, recubierta con falsas hamburguesas que el público podrá intercambiar en Mc Donalds. Lo estoy tratando de hacer en Nueva York el próximo año. Sería como si los americanos se comieran su propio invento: la hamburguesa.

-¿De estas intervenciones urbanas, además de la participación del público, qué es lo que más te atrae?
- El amor de la gente porque es brutal. Todo el mundo me ama, de cualquier extracto social. En Kassel, los diarios publicaban “Muchas gracias, Marta Minujín”.

- ¿Te gustaría volver a hacer la performance El Pago de la Deuda Externa (1985) con algún otro país y con otro personaje?
- La primera lo hice con Andy Warhol y luego la repetí con Margaret Tatcher y Ángela Merkel. Hoy la haría con Donald Trump y con maíz, porque este es un país agrícola. 

-¿Tenés algún otro proyecto en mente?
- Acá en la Argentina -dado que el Centro Cultural Recoleta está muy cambiado-, me gustaría volver a hacer Laberinto Minujinda, que hice allí en 1985 y fue muy de vanguardia. Convocó a la gente joven, con colas que llegaban a la Avenida Las Heras.

- ¿Qué significa para vos recibir este premio a tu trayectoria?
- Me encanta que a esta altura de mi vida me den este premio. Antes me daban muchos premios y luego me dejaron de dar. Estos reconocimientos realzan mi figura y me facilitan las cosas que hago. Podría ser una artista escondida pero siempre me brindé a la gente.



Si querés conocer a todos los ganadores del Premio a la Trayectoria Artística hacé click acá.

Marta Minujín. El Pago de la deuda externa argentina con maíz, el oro latinoamericano. 1985. Fotografía de la Performance junto a Andy Warhol. New York. Cortesía Marta Minujín Archivo. Fotografía: Claudio Leiman
RETRATO: Marta Minujín, Partenón de Libros Prohibidos, 2017. Instalación para Learning from Athens, Obra de participación masiva estructura tubular metálica recubierta por 70.000 libros prohibidos de todo el mundo. 70 x 35 x 11 mts. Kassel, documenta 14. Cortesía: Marta Minujin Archivo.
Marta Minujín, La Menesunda según Marta Minujín (2015). Ambiente multisensorial compuesto por 11 ambientes. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Cortesía Marta Minujín Archivo. Fotografía: Josefina Tomassi
Marta Minujín, Mitos. Boceto de intervenciones urbanas. Cortesía Marta Minujín Archivo.
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