“Si hay alguna posibilidad de salir de lo estrictamente mundano es a través de lo artístico”

El músico Jorge Fandermole recibió el Gran Premio a la Trayectoria Artística 2019,  la máxima distinción que otorga el Fondo Nacional de las Artes.

“Lo que pude crecer en lo artístico se debió, principalmente, a los trabajos que hice con los demás”. Dueño de un repertorio musical único, por poético y encantador, Jorge Fandermole desarrolló una carrera de más de cuatro décadas admirada por colegas, críticos y el público. Recientemente fue seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes para recibir el Gran Premio a la Trayectoria Artística 2019. Se trata de una distinción que se entrega cada año desde 1963, cuando lo recibió por primera vez Jorge Luis Borges.

Aunque sus composiciones tienen sello propio y su identidad musical no podría confundirse con ninguna, Fandermole no deja de reconocer la riqueza que brinda interactuar con otros. “Yo crecí en asociaciones con otros músicos: con mis compañeros de grupo a principios de los 80; en dúo, cuarteto y sexteto, aprendiendo unos a la par de otros; a fines de los 80 con Lucho González que fue un gran maestro para muchos de nosotros en los 90 con el Trío de Guitarras de Rosario; con Adrián Abonizio, Rubén Goldín, Lalo de los Santos, el Negro Aguirre, cada uno con proyectos e improntas diferentes. Pude compartir trabajos con Raúl Carnota, Coqui Ortiz, Juan Quintero y cada tanto reencontrarme con la Trova de los 80, y por supuesto los músicos con quienes toco habitualmente -Marcelo Stenta, Juancho Perone, Fernando Silva-, que son grandes creadores. Y en los inicios fue Víctor Heredia quien generosamente me dio su apoyo. Yo crecí con todo eso”, explica y lamenta no mencionar a todos.

En el origen de la pasión de Fandermole, de 63 años, están su padre y una guitarra. Con él entonaba tangos por puro placer; con ella, el enamoramiento empezó a los nueve años y aún continúa.

Agrónomo de profesión, para Fandermole el campo quedó solo en las referencias naturalistas de muchas de sus letras. Tras realizar experiencias vocales-instrumentales y formar parte de coros durante la secundaria y en su etapa universitaria, en la década del 1980 empezó a trabajar profesionalmente como músico con el surgimiento de la Trova Rosarina. Compartió el movimiento con Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Fito Páez, Abonizio, Goldín y muchos otros.

“La canción es una forma expresiva que siempre me interesó. Cuando era adolescente, empezó a emocionarme el cancionero cuando comencé a tener cierta intuición de lo poético en las letras de las canciones, de lo que me conmovía interiormente y de la transformación que eso me provocaba. Por ahí empezó la inquietud de ver qué tenía yo para decir”, explica.

-En sus canciones hay un uso poético de las palabras. ¿Se siente poeta o músico?
-Soy cancionista. No tengo poesía escrita fuera de la canción. La canción empezó a conmoverme cuando comencé a entender el sentido de las letras que hasta entonces eran sólo sonoridades del lenguaje, y sentir la emoción que me provocaban algunas imágenes de canciones, de compositores que todavía no sabía quiénes eran, pero que yo cantaba desde muy chico.
Un compañero decía que la primera forma en que la lengua poética atraviesa la lengua cotidiana es la canción. Si hay una noción poética en la gente que no lee poesía -y en la que lee también- ésta llega primero a través de la canción.

-¿Hay una búsqueda consciente de transmitir imágenes?
-Me parece que es un intento de transmitir cualquier tipo de experiencia. Tampoco sé si es la voluntad expresa de transmitirla pero sí de transfigurar esa experiencia en un lenguaje y lograr con ella algo de belleza, algo de verdad, si es que es posible; no son dos cosas que vayan de la mano. Se busca hacer algo que resulte transformador para uno mismo y que seguramente se va a transmitir de alguna manera. La experiencia individual y la colectiva tienen cabida en el lenguaje múltiple de la canción, donde dialogan y se entrecruzan música y letra de un modo que parece un tercer lenguaje.
Siento que el cancionero en la lengua materna es un compendio de la historia de toda experiencia individual y colectiva, de un lugar, de una región, de todo el territorio de un idioma. Es un reservorio de memoria y ahí están comprendidos los grandes temas que han desvelado al mundo: la finitud, el amor, el trabajo, la lucha, la muerte. Es un lugar donde ir a buscar información y experiencia.

-¿Cómo cambió, a lo largo de su carrera, la perspectiva desde la que trata esos temas?
-Los cambios que uno experimenta con el paso del tiempo, los personales e íntimos y los que le van asignando el entorno y su historia se traducen finalmente en la comprensión actual del mundo. Se vuelve uno más selectivo, decidido y crítico; se tiene mayor sensibilidad, conocimiento y capacidad de reflexión. Se asume un compromiso mayor con los valores en los que uno cree: libertad, igualdad de derechos, equidad, justicia. Se vuelve menos ingenuo y se tiene plena noción de las asimetrías que legitima el poder. Sólo que el panorama se hace más amplio, involucra sistemas más extensos: familia, comunidad, nación, planeta. En esa perspectiva también se hacen más tensas las relaciones entre la esperanza, la capacidad de acción y el escepticismo. Finalmente, todo terminará en un lenguaje artístico, que también tiene sus propias crisis y cambios.

-Cierta vez dijo que querría poder escribir con “la sensibilidad de una mujer, un muerto o alguien por venir”. ¿A qué se refería?
-Uno quiere ser todo lo que es y lo que no puede ser también; y si hay alguna posibilidad de salir de lo estrictamente mundano es a través de lo artístico. No recuerdo haber dicho eso, pero coincido.
Tengo una dimensión como individuo y como parte de una comunidad, de un sistema biológico y de un sistema vivo integral que es el planeta. Esa diversidad me constituye. No tengo una dimensión única ni soy de una sola manera y tengo responsabilidad sobre muchos aspectos en un país en crisis, en un mundo en crisis, pero decido apenas una parte ínfima, sólo hago canciones. Pienso hacia adelante y allí están los hijos, los nietos, y los hijos y nietos de otros. Entonces pienso qué huella afortunada o infausta voy dejando. Sé que de todo lo hecho la mayor parte se va a perder; azarosamente, alguna parte va a sobrevivir, y alguna palabra va a seguir cantándose, pero no se va a saber de quién es.
Estoy muy tranquilo con esa idea de trascendencia que incluye mayormente el olvido.


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Osvaldo "Tutti" Branchessi, Fito Páez, Jorge Fandermole y Carlos Velloso Colombres en en Estudios Ion durante la grabación de "Pájaros de fin de invierno", c. 1983. Foto: Iván Tarabelli.
Fandermole junto a Joan Manuel Serrat en la presentación de “Antología Desordenada” en el Salón Metropolitano, en marzo de 2015. Foto: Luz Núñez Soto .
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